En muchas ocasiones, darnos cuenta que necesitamos la ayuda de un especialista para tratar algo de nuestra incumbencia o bien, para tratar a alguien de nuestra familia o conocido, supone un proceso de mentalización importante.
Aunque sabemos que sería importante empezar cuanto antes, pues hay algo que no “dominamos” del todo, suelen haber resistencias con las que nos podemos estancar fácilmente y sin darnos cuenta.
La primera es dudar de si realmente es necesario, pues si siempre se ha podido continuar sin esta ayuda, porque la vamos a necesitar ahora. Queremos, sin ser especialistas en aquella área, determinar el grado de importancia que puede tener aquello en nuestras vidas o en las de los más pequeños.
La segunda resistencia es decirnos que va a ser difícil compaginar nuestros horarios y rutinas con una terapia. Cuesta dar prioridad a algo de lo que en realidad dudamos que nos vaya a ayudar.
Y la tercera y más importante es, será bueno ese terapeuta? Sabrá hacerlo bien? Me entenderá? Sabrá darle a mi hijo las pautas que necesita?
Si has conseguido saltarte estos pequeños “baches mentales”, probablemente ya hayas empezado con algún terapeuta, pues te has atrevido a superar las primeras dos resistencias.
A partir de este punto, cómo saber si tu terapeuta es eficiente y es el más adecuado para ti o tu familia, dependerá en gran medida de tu estilo y filosofia de vida.
Aunque esto pueda parecer raro, suele ser así.
Un terapeuta es una persona con habilidades especiales en un área de asistencia. Éstas habilidades son obtenidas mediante una formación y una experiencia que están sujetas al organismo del cuál han estudiado o por el que han trabajado.
Existen muchas corrientes y orientaciones dentro de cada disciplina. De hecho, un logopeda o psicólogo, por ejemplo, puede ser y trabajar muy diferente a otro, pero ello no significa que vaya a ser peor o mejor, simplemente es diferente. Probablemente, hayan estudiado desde orientaciones distintas y la forma en la que abordan su trabajo, es diferente. Esto nos da la oportunidad, justamente, de poder elegir cuál es el que más nos gusta, no en base a su grado de conocimientos (que muchas veces es desconocido por los pacientes o niños), sinó más bien por las sensaciones que nos transmite durante todo el proceso.
Habitualmente, si notamos que la terapia está surgiendo efecto es que hemos dado con el perfil de terapeuta que ve y trabaja las dificultades, a nuestro modo de ver, cómo nosotros las enfocamos.
Al final de todo, lo más importante es sentirse cómodo y sentir que se avanza. Conocer al otro, informarse y sobretodo, confiar. Si otorgamos confianza en ambos sentidos crearemos un buen vínculo terapéutico y el compromiso con la terapia y el terapeuta será mayor.