Preguntó un niño a su papa por no entender que cuando ocurre algo malo en el mundo, se encienden muchas velas y se guarda silencio.
Después de los acontecimientos ocurridos recientemente entorno los atentados terroristas, no podemos negar que se ha encendido en nosotros cierta preocupación ante ello.
Existe en nuestro cuerpo un sistema de alarma y protección que es el que nos alerta de posibles amenazas y que nos prepara para luchar contra aquello. Son “reacciones” determinadas que se expresan en forma de emoción, una de ellas el miedo.
Con todo esto se hace inevitable no pensar en ello y es más, nos preocupa la forma en que las familias se ven desbordadas por toda esta situación actual.
Pues bien, el miedo no entiende de edades. El miedo es una emoción básica y por ello, nadie puede evitar sentir miedo en determinadas ocasiones. Sin embargo, si podemos elegir qué mecanismos de afrontamiento generamos para sentirnos mejor y más protegidos.
El miedo no tiene límites, el miedo es instintivo y cómo tal, es necesario y nos protege de posibles amenazas, sean reales o imaginarias. Ejerce, principalmente, una función adaptativa, pues se activa en cuanto percibimos un peligro, pero si no estuviera bien gestionado podríamos llegar a sentir terror y desarrollar algunas fobias específicas.
Los tres tipos de respuesta frente al miedo son: la huida, el afrontamiento y la paralización.
Una forma de afrontar el miedo es generar pequeños rituales para tratar de dar significado a lo que está ocurriendo o ha ocurrido y no nos gusta ni hace sentir bien. Nos permite parar, pensar y controlar, en cierta medida, cómo decidimos sentirnos ante esa situación temida o desagradable. Decidimos hacer algo al respecto.
El encender velas cuando alguien ha fallecido es un ritual, como muchos otros, que brinda la oportunidad de generar un momento de pausa en el que poder enviar buenos pensamientos a todos aquellos que lo necesitan. Los rituales suelen reflejar nuestros valores y nos permiten conectar mentalmente con nuestro “yo” más interno y emocional, y por lo tanto, abrir un camino hacia la comprensión y aceptación de ese momento.
Debemos poder generar rituales, seamos adultos o niños, para sentirnos más fuertes y unidos. Nos permiten protegernos de lo desconocido y de la ansiedad que eso nos produce.
Rituales nos permiten tolerar mejor ciertas emociones como el miedo, el terror o porque no, la tristeza.
Pues, sí: las las velas nos protegen!