La escritura es uno de los medios que tenemos las personas para comunicarnos, la aprendemos en el colegio cuando somos niños y nos acompaña durante toda nuestra vida.
Pero, ¿qué ocurre cuando hay un problema de aprendizaje de la escritura?
Podríamos resumir las dificultades de escritura en tres grupos:
En las dificultades o errores ortográficos, también denominado Disortografía, el sujeto muestra dificultad para relacionar correctamente los fonemas con sus grafemas, para atender a las peculiaridades ortográficas de las palabras (“b” o “v”, “h” o no...) y para integrar las reglas de ortografía (“m” antes de “p” y “b”). Se caracterizan por substituciones de fonemas, adiciones, omisiones e inversiones, entre otras.
Las dificultades o errores gráficos, también denominado Disgrafía, es la dificultad de la escritura que afecta a la grafía. Estas dificultades en la escritura se observan como errores de proporción (letras muy grandes, muy pequeñas o mixtas), trazos de mala calidad, muchas irregularidades en la formación de las letras o dificultades de espaciado que provocan que unas palabras se amontonen y otras se separen en exceso. El agarre del lápiz, la lateralidad y la coordinación viso-motora también pueden dificultar que el niño aprenda correctamente la escritura.
No debemos de olvidarnos de la postura, posición del codo y del antebrazo y la flexo-extensión de la mano que tiene el niño cuando escribe, ya que, aunque a primera vista no lo parezca, son muy importantes a la hora de escribir.
No tener adquirida correctamente la escritura puede tener graves repercusiones en el rendimiento académico del niño. Por todo ello, la reeducación de las dificultades de escritura se debe llevar a cabo conjuntamente entre el terapeuta ocupacional y el logopeda.